Las nuevas oportunidades del uso del dióxido de carbono (CO2) en el desarrollo de productos y servicios están captando la atención de los gobiernos, pero sobre todo de la industria.
En el informe especial del IPPC (Intergovernmental Panel on Climate Change) emitido en 2018[1], se muestran tres rutas (Figura 1) sobre cómo deben cambiar las emisiones antropogénicas globales a lo largo de este siglo para lograr un resultado climático de 1,5° C, y todas requieren de una rápida reducción de las emisiones de CO2 para llegar a cero emisiones netas (“net cero emissions”) en 2060.
Se estima que hay que retirar de la atmósfera entre 5 y 10 Gt de CO2 cada año en la segunda mitad de este siglo para:
- Compensar las emisiones residuales que son muy difíciles de reducir (“hard to abate CO2 emissions”) y minimizar aquellas, como las procedentes de la agricultura y del transporte aéreo.
- Reducir la carga total de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
Para alcanzar estos objetivos, es necesario, no sólo emitir menos CO2 en los procesos ya existentes, modificar el pool energético apostando por las energías renovables, etc, sino que debemos buscar las formas de capturar este CO2 de origen antropogénico y, del mismo modo, transformarlo en nuevos productos y servicios utilizando para ello energías procedentes de fuentes renovables, ya sea en forma de calor, electrones o H2. El CO2 es una de las pocas alternativas a los combustibles fósiles como fuentes de carbono.
La gama de aplicaciones potenciales de uso del CO2 es muy amplia e incluye el uso directo, por el que el CO2 no se altera químicamente (no conversión) y el uso del CO2 mediante su transformación (a través de múltiples procesos químicos y biológicos) en combustibles, productos químicos y materiales de construcción (conversión).
El carbono del CO2 puede utilizarse para producir los combustibles que se utilizan hoy en día, como el metano, el metanol, la gasolina y los combustibles de aviación. El proceso consiste en utilizar el CO2 en combinación con el H2, cuya producción es muy intensiva en energía, resultando un combustible que contiene carbono y que es más fácil de manejar y utilizar que el H2 puro (Figura 2)[2].
El H2 bajo en carbono puede producirse a partir de combustibles fósiles cuando se combina con tecnologías de captura de CO2 (“CCS”), o mediante la electrólisis del agua utilizando electricidad baja en carbono, como la proveniente de energías renovables (plantas termosolares, etc…)
Los combustibles derivados del CO2 son especialmente interesantes para aplicaciones en las que el uso de otros vectores energéticos con bajas emisiones de carbono, como la electricidad o el hidrógeno, es extremadamente difícil de usar directamente.
Sin embargo, en el proceso de producción de estos e-fuels, tanto el CO2 como el H2 juegan un papel fundamental.
El know-how de CADE ha permitido el desarrollo de proyectos tales como el “Air0Drome” para generación de energía verde en aeropuertos; o participando como socio en el proyecto ECLOSIÓN para la producción de H2 y CH4 a partir de biorresiduos.
Con casi 20 años de experiencia en el sector de la ingeniería y la consultoría, acompañamos a nuestros clientes y prestamos nuestros servicios, desde las primeras etapas, como la realización de Estudios de Viabilidad técnico-económica (CAPEX/OPEX), hasta la supervisión de la construcción y puesta en servicio de la instalación, pasando por todas las fases de ingeniería.
CADE, en la vanguardia de la generación de gases de origen renovable desde 2010.